Era la madrugada y Pol corría hacia aquella casa en ruinas,
tiraba de las puertas fuertemente
y de los llavines, algunos desconchados otros desencajados por el paso del tiempo.
No tenía miedo, ¡era la ansiedad!
que tantas noches quería curar.
Y ahora se veía a sí mismo a las tres de la madrugada corriendo por aquellos pasillos siniestros tristemente acogedores para un alma solitaria.
Pol seguía al pie de la letra aquella receta
que prometía curar ese tipo de males.
Él fue a la farmacia a por un poco de opio
como bien se hacía antaño.
y volvió con una receta experimental
de aquella boticaria tan atractiva con mirada de gato.
Súbitamente, Pol se volvió a un lado
perplejo para contemplar como la oscuridad lo envolvía todo,
comprendió que es solo falta de conciencia y voluntad para iluminar cualquier cosa.
La alquimia de transmutar, nada por todo
o por algo.
Todos esperaban
que volvería triunfante,
se llenó de luz y el viento silbaba.
Amaneció y el seguía expectante
en medio de ese habitáculo oscuro se sentía velado, se había encontrado
y al primer rayo que entró,
se encontró a sí mismo.