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La palabra éxito viene del latín exitus que significa culminación. Los ingleses también adoptaron la palabra EXIT usándola como salida, entendida como un final o cenit. Igualmente, su contexto y su significado es triunfo, prestigio, aceptación. Siendo su antónimo, fracaso.
También tiene raíces que se relacionan etimológicamente con excitar o extraer, dando una lectura más profunda y relacionándola directamente con la sexualidad (sin genitalidad) dentro de un resultado.
El éxito por lo tanto es llegar a un fin. Si estimulamos una situación lo suficiente, esta desembocara irremediablemente en una excitación y por lo tanto eso sería el sumun del resultado, ya que podríamos haber penetrado en una experiencia de logro.
Freud descubre que no es solo conseguir el éxito esperado, sino la potestad de habitar ese resultado. Identificó a personas que experimentaban una especie de vacío existencial una vez habían conseguido lo que tanto habían anhelado, vinculados a una culpa inconsciente de saber que han ido más allá de su propio progenitor o su propio clan, desencadenaran un boicoteo de ese mismo resultado a través de ellos mismos.
Haciendo consciente esa falla y atrevernos a vivir esa nueva realidad conseguida, superando al yo infantil que nos condiciona, podremos sananamente habitar ese resultado y vivirlo desde dentro, sin necesidad de vivir un conflicto con ello. Ese sabotaje a uno mismo tiene que ver con un complejo de Edipo por parte del que triunfa, al saber inconscientemente que está suplantando al padre. Con lo cual se castra a si mismo o se siente impotente ante el éxito.
Una vergüenza para sí mismo será estar en ese nivel. Incipientemente se dirá: “es demasiado bueno para ser real”.
Identificar y trabajar con la parte que se siente indigna y desmerecedora de obtener los mejores resultados en nuestro propio camino y superar ese sentimiento de sentirnos exceptuados para recibir, es la clave para entender lo que se esconde detrás de esos actos.
Falla al ser quien verdaderamente es, orgullo lastimado, humillación en pos del otro, virtud herida, desprecio hacia el mundo de la imaginación, racionalizar lo inesperado queriendo encontrar porque en todo lo que surge para nuestro bien. Amor propio olvidado y negado ya que inconscientemente nos hemos contemplado compitiendo con alguno de nuestros progenitores, siendo normalmente el padre, símbolo de dar.
Es por ello que no sabemos recibir cuando nos trae la vida el resultado tan esperado, sintiéndonos no merecedores.
La superación de este conflicto se hace patente cuando se desvela del inconsciente esa falla y uno mismo se separa de ese vínculo. Contemplándose individualizado de los progenitores, fuera del drama y merecedor de la realidad que el mismo ha conseguido, sabiendo que todo era parte de una simbología del inconsciente, sanando finalmente el amor propio, reconciliándose con uno mismo y con el clan.